domingo, 23 de setembro de 2007

EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA: (The wind that shakes the barley)



Dirección: Ken Loach.
Países: Irlanda, Reino Unido, Alemania, Italia y España.
Año: 2006.
Duración: 124 min.
Género: Drama.
Interpretación: Cillian Murphy (Damien), Pádraic Delaney (Teddy), Liam Cunningham (Dan), Orla Fitzgerald (Sinead), Mary O'Riordan (Peggy), Mary Murphy (Bernadette), Roger Allam (Sir John Hamilton), Laurence Barry (Micheail), Damien Kearney (Finbar), Frank Bourke (Leo), Myles Horgan (Rory), Martin Lucey (Congo).
Guión: Paul Laverty.
Producción: Rebecca O'Brien.
Música: George Fenton.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Montaje: Jonathan Morris.
Dirección artística: Fergus Clegg.
Vestuario: Eimer Ní Mhaolddomhnaigh.
Estreno en Reino Unido: 23 Junio 2006.
Estreno en España: 15 Septiembre 2006.

SINOPSIS

Irlanda, 1920. Unos campesinos se unen para formar un ejército de guerrilleros voluntarios y enfrentarse a los despiadados Black and Tans (Negro y Caqui, por el color de sus uniformes), tropas británicas que habían sido enviadas para sofocar las aspiraciones independentistas de Irlanda. Llevado por un profundo sentido del deber y por el amor hacia su país, Damien (Cillian Murphy) abandona su prometedora carrera de médico y se reúne con su hermano, Teddy (Padraic Delaney), en una peligrosa y violenta lucha por la libertad. Cuando la lucha de los insurgentes lleva a los británicos a un punto crítico, las dos partes firman un tratado para poner fin al derramamiento de sangre. Pero, a pesar de la aparente victoria, estalla la guerra civil, y las familias que habían estado luchando hombro con hombro se ven desgarradas, y sus miembros convertidos en enemigos.

CÓMO SE HIZO "EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA"
Notas de producción © 2006 Alta Films

Comentarios de Ken Loach

«Empecé a interesarme por la historia de Irlanda a través de Jim Allen y su guión para Days of Hope [1975, para televisión], acerca de un soldado que se había alistado como voluntario para combatir en la Primera Guerra Mundial, pero que, en lugar de ir a luchar a Francia, es enviado a Irlanda. Más tarde, Agenda oculta (Hidden Agenda) abordaba los acontecimientos contemporáneos de Irlanda del Norte, pero siempre me pareció que estas dos películas no podrían ser entendidas sin conocer por qué se hizo la partición de Irlanda y cómo se originó el conflicto. Creo que lo que sucedió en Irlanda entre 1920 y 1922 es una de esas historias cuyo interés pervive; al igual que la Guerra Civil Española, es un momento crucial, que revela cómo una larga lucha por la independencia se vio frustrada en su momento de éxito por un poder colonial, que, al desprenderse de su imperio, sabía mantener intactos sus intereses estratégicos.

Ésa fue la habilidad de gente como Churchill, Lloyd George, Birkenhead y otros. Cuando se vieron acorralados, cuando ya no tenían realmente ningún interés en seguir negando la independencia, trataron de dividir el país y dieron su apoyo a aquellos que, dentro del movimiento independentista, podían aceptar que el poder económico siguiera estando en las mismas manos, aquellos con los que, según se decía en la época, “se podía hacer negocios”. Es una táctica que se ha seguido en numerosas ocasiones y en distintos lugares: a partir de una situación de abuso cometida por el poder central, movimientos con intereses divergentes se unen contra el opresor común, pero al final esas diferencias acaban provocando un enfrentamiento. Estoy seguro de que algo así es posible verlo hoy día en Iraq, donde la oposición a Estados Unidos y al Reino Unido une a un montón de gente, que descubrirán que tienen intereses muy distintos cuando los estadounidenses y los británicos se vean forzados a irse.

¿Qué podía haber pasado en 1922? ¿Podían haber ganado los republicanos que estaban en contra del tratado, y en qué dirección habrían llevado a Irlanda? Tan sólo cinco años antes, el levantamiento de marzo de 1916 había sido liderado por el socialista marxista James Connolly, y su movimiento de independencia se basaba en la lucha de clases: “La causa irlandesa es la causa de los trabajadores”. Sin embargo, los irlandeses han padecido durante muchas décadas los nefastos resultados de lo que fue realmente acordado en el tratado. Las continuas penurias obligaron a miles de personas a abandonar su país para dirigirse hacia Inglaterra o América. La partición llevó inevitablemente a la guerra en el norte, con la supresión de los derechos civiles. Me quedé sorprendido de lo familiares que siguen siendo todos esos acontecimientos en Cork y en sus alrededores, lugares en los que estuvimos rodando. Obviamente, todavía están presentes en Irlanda del Norte porque todavía siguen combatiendo en algunas de esas batallas, pero, aunque yo pensaba que en el sur todos esos recuerdos se habrían difuminado, conocimos a mucha gente con historias que contar. Casi todos sabían el nombre de los héroes locales de las columnas volantes (Flying Columns) y recordaban fechas y acontecimientos concretos: “Persiguieron a un Caqui por este campo, y dos más fueron capturados allá...”. La memoria subsiste mucho más allá de lo que se piensa.

Al principio sólo teníamos una hoja de papel en blanco y un gran fondo histórico, y el problema era cómo destilar todo esto en experiencias humanas. Entonces Paul [Laverty] diseñó unos personajes y una narración que los siguiera a través de diferentes conflictos, alianzas y resoluciones. La película debía describir un mundo que iba más allá de los puntos de vista individuales de cada uno de sus personajes, debía llegar a observarlos en sus interacciones, y Paul sabe cómo contar una historia en la que el contexto quede implícito: no es necesario destacarlo y subrayarlo todo. Si el guión funciona bien, los personajes podrán ser tan representativos como deben serlo y se tendrá la certeza de que el corazón de la historia seguirá ahí. Es muy difícil que las cosas que están mal en el guión puedan resolverse una vez que ha empezado la filmación.

Se trataba de encontrar el equilibrio entre una verdad histórica y un sentimiento más contemporáneo de realidad. Aparecerán sin duda algunos puristas que pongan pegas a algunas frases, pero yo diría que, a fin de cuentas, es pagar un precio pequeño. No se puede recrear exactamente el pasado, sólo podemos hacer una aproximación, intentado captar su espíritu y evitando los clichés. Las personas de más edad se fijarán más en el lenguaje, porque les resultará más cercano. Es un equilibrio delicado, y nada de lo que hagas será absolutamente satisfactorio.

En mi opinión, hay bastante hipocresía en las películas de guerra que sostienen que son antibelicistas cuando una parte considerable del espectáculo que proponen incluye explosiones y sangre. No me parece que eso sea muy serio.

Yo no diría que ésta es una película antibritánica. Animo a todo el mundo a que vea sus lealtades en un plano horizontal, más allá de las fronteras nacionales, así que ésta no es una película acerca de ingleses que golpean a irlandeses. A menudo la gente tiene mucho más en común con la gente que está en su misma posición social en otros países que con aquellos que están en la cima de la escala social en el suyo.

Se puede argumentar que tenemos la responsabilidad de combatir los errores y las brutalidades de nuestros líderes, tanto de los del pasado como de los del presente. Lejos de ser antipatriótico, es un deber que no podemos ignorar. Es curioso que Blair nos haya puesto en guardia recientemente contra el antiamericanismo. Al hacer esto, sustituye al Gobierno de Estados Unidos por la gente: no hay que criticar los errores que está cometiendo el Gobierno porque estaremos atacando al pueblo estadounidense. Es un argumento falso, que se ha utilizado mucho tiempo.

Los ingleses dejaron una herencia terrible en Irlanda, y las fuerzas progresistas sufrieron un enorme revés después del tratado. Pero a pesar de eso, a pesar de todo ese sufrimiento, el hecho es que los ingleses se fueron. Y en ello hay un elemento de esperanza.»

RÍTICA por Miguel Laviña Guallart

Nueva entrega del mismo discurso

Palma de Oro por sorpresa en el último Festival de Cannes (más de uno se debió de quedar “al borde de un ataque de nervios”, por otra parte, algo habitual en los jurados de los festivales internacionales, siempre dotados de un peculiar sentido del humor: el último León de Oro en Venecia, la china "Sanxia haoren", dejó fuera de combate a crítica y público), un galardón que muchos entendieron como el reconocimiento global a la carrera de su autor. El muy prolífico Ken Loach pasaría por una especie de guerrillero del cine: que hay que denunciar injusticias y hacer crítica social en casa, Inglaterra, tiene donde elegir (“Lloviendo piedras”, “Ladybird, Ladybird”, “Mi nombre es Joe”); que toca hacer una incursión en los desequilibrios de Centroamérica, “La canción de Carla”; darse una vuelta por los derechos de los hispanos en EEUU, "Pan y rosas"; rastrear la Guerra Civil Española, “Tierra y libertad”.

Revisa ahora parte del proceso de independencia de Irlanda, su guerra contra Inglaterra y el posterior enfrentamiento civil, a través de las vicisitudes de dos hermanos de futuro en principio divergente, cuyo destino se une en la lucha contra el dominio extranjero, separados y enfrenados más tarde por una distinta toma de posición en el conflicto. Las raíces de esta cuestión todavía latente, extrapolable en la actualidad a todos los ejemplos que se desee, reúne varias de las constantes temáticas de su obra. Su casi siempre controvertido trabajo, y el de su guionista Paul Laverty, genera un debate que desborda en muchas ocasiones el hecho puramente cinematográfico.

En este sentido, se le suele acusar de oportunista y fácilmente polémico, al mismo tiempo que, sin duda, es loable su labor de agitar conciencias. Cierto que el realismo social en el cine es tan respetable como en otras artes, aunque hay quienes prefieren un análisis del trasfondo social o político a través de otros caminos, igual de efectivos pero menos evidentes, o el incisivo humor de un, por ejemplo, Stephen Frears. Si se elige ver una película de Loach o de sus seguidores (alguno bastante cercano) se puede adivinar, ha habido tiempo suficiente para ello, qué puede encontrarse uno. Hasta allí de acuerdo, pero es mucho más discutible, y en esto vuelve a caer de lleno, que no plantee un debate abierto que ofrezca al espectador la posibilidad de decidir, sino que tome partido de forma tan explícita que sitúe su visión por encima de cualquier otra verdad, y de esta forma coarte, paradójicamente, una libertad por la que en teoría está luchando.

Así, el elemento más negativo de la cinta es un maniqueísmo (del que tanto se ha hablado a lo largo de su trayectoria, y que de nuevo está generando ríos de tinta) que separa radicalmente lo narrado entre el bien y el mal. La Historia, las decisiones de la vida, suelen estar llenas de contradicciones, ambigüedades, los grises superan muchas veces al blanco o el negro. La opresión británica se plasma en unas secuencias cargadas de crispación, en las que los soldados ingleses quedan reducidos a meros arquetipos airados y violentos empuñando sus fusiles. El tremendo, hondo y sincero dramatismo de la primera secuencia que muestra los abusos al pueblo irlandés pierde fuerza a medida que esas mismas situaciones se reiteran sin ahorrar brutalidad. Sólo uno de estos soldados (pero claro, su padre era irlandés) parece un ser con capacidad de duda ante la barbarie que se está cometiendo.

Al menos es objetivo al mostrar, con una mirada cargada de frialdad, cómo los fusilamientos y crímenes se ejecutaron en ambos bandos, aunque una vez desalojado el ejercito inglés e iniciada la guerra civil, su alineación continúa con aquéllos que se negaron a los pactos con Inglaterra, recubriendo sus actos de integridad moral hasta sus últimas consecuencias. Al parecer aspiraban a establecer un estado socialista, abortado por los intereses políticos, económicos y religiosos de la época; otra revolución perdida, que es, en última instancia, donde el director quiere reconducir el sentido de lo expuesto, la siempre presencia, en sus distintas formas, de unos poderes opresores contra los que hay que combatir, lo que lleva contando desde hace 20 años.

Al margen de este cuestionable discurso, la construcción formal pone de manifiesto el estilo y oficio habituales del autor, que rueda con eficacia, sencillez en la puesta en escena y una excelente ambientación. Esta vez su acostumbrada economía de medios puede hacer cojear los resultados, parece que el destino de Irlanda se decidió entre unos treinta soldados, en torno a los mismos parajes y en unas cuantas reuniones políticas. El ritmo se mantiene gracias también a la sabia utilización de las discusiones en las asambleas (de nuevo su gusto por estas escenas corales) y, de forma brillante, del cinematógrafo, como recursos para explicar el desarrollo de los acontecimientos históricos.

En el lado positivo de la balanza destacar también su habilidad para hacer trascender el devenir político en el trágico destino de los dos protagonistas, y entre lo más interesante, la difícil evolución del hermano menor, Damien, al que con ajustado talento da vida el emergente Cillian Murphy. Junto a esto, la sensibilidad para transmitir el espíritu irlandés, sus paisajes y la nobleza de sus gentes aparecen en momentos tan hermosos como la canción que da título al film, rasgos de autenticidad a la que contribuye la espléndida verosimilitud del resto del elenco, especialmente el femenino.

A pesar de un afán aleccionador que nunca abandona a este incansable cineasta, el desarrollo de la vertiente íntima compensa en parte su visión parcial de todo este asunto, y el conjunto posee la entidad de sus otros reputados trabajos. Por desgracia, nunca le van a faltar motivos para coger su cámara ni próximos lugares donde acudir, estaciones de militancia para todo un tren de largo recorrido.

Link E-mulle: El viento que agita la cebada [Dvdrip Dual Spa-Ing][Xvid+Ac3+Mp3] by Pinguino [BlueTeam].avi
Legenda: VentosDaLiberdade.srt

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